Lo primero y lo último de Lisandro Alonso
La libertad, Lisandro Alonso, Argentina, 2001 (73 min.) + Sin título (Carta para Serra), Lisandro Alonso, Argentina, 2011 (23 min.)
Por un lado, La libertad es una obra simple, sencilla, lineal, y por el otro, es la película más hermética, oscura y difícil de los últimos años. Alejada de cualquier tipo de filiación cinematográfica, se constituye como una experiencia única y particular. Sin lecciones morales, sin didactismos, sin excesos, sin las convenciones del realismo local, La libertad es un objeto estético en estado puro, depurado, casi cristalino. El relato de un día en la vida de un hachero no es, pese a su escenario pampeano, solamente una película argentina, sino que también aparece como una película universal. La rutina, la adversidad del medio geográfico y social, la difícil supervivencia diaria, la aparente libertad, la fragilidad de la felicidad son evidentemente temas universales. La libertad es una de las pocas -si no la única- películas locales en las que el director no opina, no remarca, no juzga, ni siquiera promueve la identificación. Alonso sólo describe el día del hachero, invitando al espectador a reflexionar. La libertad es un páramo en el cine nacional. Un objeto extraterrestre. Una ópera prima repleta de ideas acerca de lo que el cine debería ser. Una verdadera y maravillosa rareza.
Marcela Gamberini
Nota del director:
A
Misael lo veía seguido en La Pampa y me parecía que su forma de vida, aislado
en el campo, reflejaba cómo puede sentirse una persona en la ciudad. Misael no
es un actor profesional, no sabe qué es un actor, nunca fue al cine. Es un
hachero que en La libertad decidió
trabajar un poco de actor. Para escribir el guión observé la vida de Misael y
marqué los distintos momentos de su rutina diaria. La escritura del guión fue
estructurar cómo Misael se organizaba el día.
Me
gusta la idea de que el espectador pueda salirse de la película sin dejar de
verla, que tenga el tiempo para hacer eso, tomarse a sí mismo como referencia y
después volver, irse, pensar, volver, y repensar qué hace este hachero mientras
a uno le parece que no está pasando nada. Misael está sólo en la inmensidad del
campo, pero se lo ve todo el tiempo ocupado. Tiene un tiempo para cortar un
árbol, un tiempo para almorzar, un tiempo para ir al pueblo. Dentro de ese
tiempo y ese espacio en el que uno se sentiría vacío, Misael arma su rutina de
trabajo y la respeta. La tiene que respetar porque sino no sobrevive.
La libertad es una película
que tiene que terminar el espectador. Si no se completa con el espectador, si
el espectador no logra insertarse, no llega a descifrar cosas, acciones,
movimientos, formas de pensar el mundo, no llega a ser una película. En cambio
sí lo es cuando el espectador se mete e intenta inter-relacionarse.
Elegí
no mostrar los hechos extraordinarios o espectaculares que pasan cada dos,
tres, o cinco años en la vida de alguien, como tener un hijo, un accidente
grave, o algo inesperado. Uno vive la mitad de su vida en una rutina que nadie
nota. Quise registrar esos momentos mínimos para que al verlos uno pudiera
repensar qué está haciendo con su propia vida. La película no intenta reflejar
simplemente las experiencias de Misael, sino relacionar su vida con otras
experiencias, la de los espectadores y la mía, que soy alguien que vive una
vida completamente diferente, en la ciudad. Sin embargo, si yo hubiera filmado
un día en mi vida sería igual a la película. Si hubiera hecho una película
sobre mi vida sería igual a La
libertad.
***
Sobre lo último de Lisandro Alonso, su cortometraje Sin título (Carta para Serra), no hay texto más lúcido y preciso que el escrito por Roger Koza en su muy recomendable blog cinéfilo. Hacé click acá para leerlo.
En torno a La libertad (fragmento)
Por Emilio Toibero
Por Emilio Toibero
¿Cuáles
son los motivos por los que un filme, opera prima rodada por un joven
de veinticinco años, estudiante en la Fundación Universidad del Cine de Buenos
Aires, fuera de los sistemas de producción habituales, consigue instaurar un
antes y un después en el devenir del cine que se hace en Argentina? La libertad (Lisandro Alonso, 2001)
fue filmada en 16mm. durante diez jornadas de seis horas cada una, con apenas
treinta mil dólares de presupuesto suministrados en principio por el padre del
realizador, un industrial de la carne totalmente ajeno a las fatigas de la
producción cinematográfica. El azar, encarnado en un seleccionador francés que
buscaba películas para la muy prestigiada sección Un certain regard del Festival de Cannes, hizo que se
proyectara en la edición 2001 de la muestra francesa, con una cálida acogida
crítica. Alonso ha contado que las autoridades de la competencia le sugirieron
eliminar el último plano porque, dijeron, volvía obvio aquello que hasta ese
momento se ubicaba en una zona ambigua. Lo dijo, en varias entrevistas, sin
pudor, aceptando que no tuvo problemas para hacerlo. Alonso no adopta, en los
numerosos reportajes que le han hecho, los gestos de un autor prestigioso.
Apenas los de alguien que hizo lo que quería y que se resiste, empecinadamente,
a dar mayores explicaciones acerca de su trabajo, dejando para el espectador,
convertido así en un participante activo, la inquietante invitación a pensarlo.
[…]La
película narra, en una clave muy cercana al registro documental que sin embargo
no admite confusiones con éste, unas horas en la vida de Misael, un hachero,
desde la mañana hasta la comida de la noche: su tarea en el monte, su comida de
mediodía, su siesta, un corto viaje para realizar la venta del producto de su
trabajo, unas pocas compras, una llamada telefónica, la caza de una mulita, su
muerte, su cocción y su ingesta en una noche tormentosa rasgada por relámpagos.
En este seguimiento de las acciones que lleva a cabo un personaje, dadas a
entender como parte de su rutina, quién ve el film obtiene un contacto casi
íntimo con él, con aquello que hace con su cuerpo para ser precisos. Nada se
nos dice de su historia, de lo que piensa, de sus afectos si es que los
tiene.
[…]El
plano sustraído por Alonso mostraba a Misael mirando desafiantemente a la
cámara y prorrumpiendo en una ruidosa carcajada. Un anuncio de lo que no está
alcanza a verse, sin embargo, en la expresión sardónica de la oblicua mirada
del hachero y en un cierto rictus de sus labios que parecerían señalar al
espectador su conciencia de que está siendo filmado y por lo tanto que está
actuando, no advertible hasta ese momento. Quizás, entonces, pueda pensarse que
la estructura circular, que no estaba en el primer montaje dado que el plano
desembocaba en una acción no vista en el principio, sea otra manera de
ahuyentar, como sin duda lo era la carcajada, cualquier pretensión de enrolar
a La libertad dentro de las
filas del cine documental. Es decir, de volver evidente su carácter de
construcción ficcional.
El día del hachero
Por
Martín Pérez
Un
día en la vida de un hachero perdido en un campo de La Pampa. Un hombre
solitario en medio de la nada, que apenas si intercambia alguna que otra
palabra con algún semejante durante una jornada de trabajo que incluye hachar
árboles, seleccionar la madera, venderla en un poblado, comprar algunos bienes
y, al final de un largo día, preparar una cena que viene con tormenta incluida.
Eso es lo que muestran los 73 minutos de La libertad (2001), tal vez el largometraje más original,
extraño y extremo del llamado Nuevo Cine Argentino. La ópera prima de Lisandro
Alonso apareció casi de la nada en el panorama cinematográfico local al ser
seleccionada oficialmente por el Festival de Cannes, para ser exhibida dentro
de su sección “Una cierta mirada”, algo que le abrió el camino al circuito
mundial de festivales. Un film hipnótico, fascinante e incluso –casi a su
pesar– polémico.
“[…]
Yo pensaba en hacer una película que pudiese entrar en Contracampo”, confesó
Alonso, que recién concretó su sueño cuando conoció a Misael Saavedra, un
hachero que trabajaba en el campo del padre de Alonso, situado a 800 kilómetros
de Buenos Aires.
“Después de observarlo durante ocho meses, se me ocurrió hacer una película sobre su vida”, contó Lisandro, que se había recluido en el campo de su padre luego de trabajar en el film de Sarquís. Con un préstamo familiar y un equipo reducido, el cineasta rodó en nueve días las tres horas y media de metraje en bruto que luego editó para comprimir esas apenas cinco páginas de guión original a las que, según calculó el propio Lisandro, “ningún productor le hubiera dado bolilla”. Sus dudas tenían algún fundamento. “Esto no es una película”, llegó a decir un distribuidor local luego de ver el film seleccionado en Cannes. Una película protagonizada por “el Maradona de los hacheros” –según lo llamó un crítico estadounidense–, un hombre solitario que no actúa, sino que hace de él para la cámara de Alonso, que lo filma durante una jornada cualquiera de su trabajo habitual. Sin ser didáctico y sin buscar ninguna excusa dramática, el film sorprende por su rara perfección y su economía narrativa, que invita a la contemplación. “No es sobre la vida de un hachero, sino sobre alguien que está mirando un film sobre la vida de un hachero”, declaró Alonso, que siempre afirmó que lo que buscaba era generar un espacio para que el espectador comparase su vida con la que veía en la pantalla. “No quiero contar una historia, lo único que quiero es observar. Poner al espectador en esa situación, y que se pregunte qué tiene que ver lo que está viendo con su propia libertad.”
Desafiante
desde su enigmático título, y al tiempo humilde a la hora de no imponerse en
ningún momento de su ceñido metraje, La
libertad comienza con un plano de su protagonista cenando solo en la
oscuridad y termina de la misma manera, una circularidad que era
quebrada por un plano final de su protagonista riéndose mirando a cámara,
que Alonso terminó excluyendo a sugerencia de los seleccionadores de Cannes. “La libertad es un diamante en
estado puro que marca un punto de inflexión en la nueva ruta trazada por los
jóvenes realizadores argentinos”, escribió Diego Lerer en un artículo incluido
en el libro Nuevo Cine Argentino, editado por la filial argentina de la
Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica. Y se arriesgó a ir un
poco más allá en su apreciación de este film enigmático y sugerente, producido
nada menos que por Martín Rejtman y Pablo Trapero: “La película (o Alonso, o
esta generación de directores) parece decir, finalmente: hemos despojado al
cine argentino de todo lo que le sobraba: sustantivos, adjetivos,
sobreactuaciones, impostaciones, tramas, falsedades, y hemos llegado al punto
cero”. Un extremismo llevado a la pantalla por una película sencilla y única,
casi un OVNI dentro del sistema solar del cine argentino, tanto nuevo como
viejo.
Cine, política y
(post)estado. La libertad de Lisandro Alonso (fragmento)
Por Laura
M. Martins
“El
film La libertad sigue las
actividades de un trabajador real rural, un hachero llamado Misael Saavedra que
vive solo en el monte, alejado de todo vínculo comunitario. La primera escena
lo muestra de noche comiendo carne, iluminado por la fuerza centelleante de un
fogón, y como en un diálogo de formas, detrás de él, aparecen relámpagos que
diseñan figuras abstractas, que surcan la profunda negrura del espacio. Ya de
día observa y explora, explora y observa; corta troncos y los descorteza,
defeca, revisa el estado de unos cultivos, se lava las manos y la cabeza,
duerme una siesta, transporta las maderas para venderlas, regatea con un
intermediario el precio de lo que éste llama “postes”, hace un llamado a
alguien para saber cómo se encuentra su propia madre, compra unas pocas provisiones
en una estación de servicio, espera que le pongan nafta a una camioneta que le
prestaron para luego volver a la misma escena del comienzo pero, esta vez, con
el agregado de que ahora lo vemos cazar, matar y asar con pericia la mulita que
luego devora con fruición. Nada sabemos de lo que piensa, siente o imagina.”
El cine de Lisandro
Alonso. Entre el refugio y la intemperie, una marcha solitaria (fragmento)
Por
Eduardo A. Russo
“La libertad, en su propuesta
radicalizada, tal vez deba su mismo nombre al modo en que Alonso se
emancipó de los numerosos preceptos que podrían haberlo integrado tanto
a las convenciones de un cine “correcto”, llámese de ese modo a lo que
podría haberse encaminado como un documental, o las de una ficción
realista. Su registro de las actividades del hachero Misael Saavedra
escapa a las codificaciones propias no solamente de un estilo o género,
sino también a las certidumbres elementales que permiten establecer si un
film es ficción o documental.
[…]
Lo que el film deja percibir de una manera constante es el trabajo de dos:
el que se ve en pantalla, del hachero Misael, y el que queda fuera de
cuadro, el de un Alonso que mide su propia labor de cineasta en el sentido
más fundamental posible, aquel alguna vez enunciado por Gilles Deleuze,
esto es, alguien que inventa unidades de espacio en movimiento y tiempo.”
2 comentarios:
Hola, ¿Dónde en Saavedra proyectan las películas, y a qué hora?
Escribinos a cine.en.saavedra@gmail.com y ahí te pasamos la dire. Los horarios son: a las 20 hs un o unos cortos según la ocasión, y a las 20.30 hs el largo.
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