viernes, 24 de agosto de 2012

Imagen-afección #433



Shirin, Abbas Kiarostami, Irán, 2008 (92 min.) + Plaisir d’amour en Iran, Agnès Varda, Francia, 1976 (6 min.) + Réponse de femmes: Notre corps, notre sexe, Agnès Varda, Francia, 1975 (8 min.)

Sinopsis

Ciento diez mujeres en una sala de cine. Las vemos absortas, mirando una pantalla en la que se proyecta una película que no alcanzamos a ver. Son las emociones que traslucen sus caras de niña, de mujer, de anciana, las que nos acercan a la historia de Shirin, basada en el apasionado romance contado por Nezami, poeta persa del siglo XII.

Abbas Kiarostami consigue una ficción meta-narrativa en la que las mujeres que conforman el público terminan por identificarse con lo que acontece, dejando de ser simples espectadoras para convertirse en sujeto y objeto de la creación fílmica.

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Comentada como la película más experimental de este director, Shirin es un film que se erige como un verdadero tributo. Un tributo al cine, al espectador, al arte como liberación y sobre todo a la mujer iraní.

En Shirin no veremos más que los primeros planos de unas ciento de mujeres de distintas edades reunidas en una sala de cine mirando una historia basada en un poema medieval, historia de origen persa que forma parte de la épica-histórica de los poemas de Shahnameh, basados a su vez en una historia real donde la protagonista, Shirin, es una princesa armenia cuyo amor por el Príncipe de Persia es un continuo camino a la aventura y al dolor. La historia principal -¿principal?- la armamos nosotros a través de las voces que nos llegan, la música, la iluminación reflejada en los rostros de los espectadores y los sonidos de los elementos que intuímos entran en escena. Y por supuesto, los gestos -pocos, sobrios- de las mujeres. Ellas, entre las que veremos fugazmente a la genial Julliete Binoche, son las verdaderas protagonistas. Ellas representan todas las actitudes posibles que uno puede esperar en una sala de cine por parte del espectador, ellas nos expresarán qué tanto les llega la historia.

El cine entonces se convierte en un refugio. Vemos a estas mujeres con su velo en la cabeza contorneadas por un fondo oscuro […] que ven en la vida de Shirin a la heroína que podría yacer en cada una de ellas.
La Cinerata

90 minutos mirando cómo se mira una película, o cómo el cine se introyecta en el cuerpo del espectador. Parece un ejercicio, largo para muchos, pero Shirin, título que remite al personaje femenino de una obra tradicional persa del siglo XII, una meditación trágica sobre el amor, es un verdadero tour de force, principalmente sonoro. Más de un centenar de actrices, algunas muy famosas, pasan, “posan” y miran una película, en una improvisada sala de cine (en la casa de Kiarostami). Desde ya, no están viendo lo que se escucha, pero reaccionan como si así fuera. El diseño de sonido lo es todo. Lo que se escucha es la puesta sonora de la obra; lo que se ve no es otra cosa que cómo ven los que pueden ver. Kiarostami parece interesado en dos emociones excluyentes: el impacto de lo violento y el sufrimiento concomitante, y los instantes de reparo y precaria felicidad. Escuchar un sable penetrando un cuerpo y ver cómo reaccionan mujeres frecuentemente bellísimas y de diversas edades es una experiencia memorable. Y no son todas mujeres, pues en la platea también hay hombres sentados, aunque éstos –siempre en el fondo del plano, jamás en el frente– nunca lloran. Como se sabe, Juliette Binoche participa en el film; se la ve tres veces: dos llorando, y en otra ocasión simplemente mirando. Pero para los seguidores de Kiarostami hay un bonus track fundamental: sentado entre el público femenino se puede ver en dos oportunidades al Sr. Badii, el enigmático personaje de El sabor de la cereza. El cine todavía hace milagros: Badii vuelve a la vida, y, con él, nosotros podemos saborear mucho más que cerezas.
(Roger Koza)

 “En un principio pensaba que las luces en el cine se apagaban para que pudiésemos ver mejor las imágenes en pantalla. Luego miré al público sentado cómodamente en su butaca y vi que existía una razón mucho más importante: la oscuridad ayuda al espectador a aislarse y a estar solo. Están con otros pero al mismo tiempo alejados de ellos. Cuando mostramos un mundo cinematográfico a la audiencia cada uno de ellos aprende un universo personal a través de la experiencia de la riqueza de su propia experiencia”.
Abbas Kiarostami

 “Siempre me ha fascinado el público, incluso en un partido de fútbol. Sin ellos no hay espectáculo. Entran al cine juntos, pero ven la película por separado y cada uno de ellos tiene una visión diferente en su cabeza”.
Abbas Kiarostami

 “La única manera de imaginarse un nuevo cine es tener más en cuenta al espectador... Es necesario concebir una película incompleta de tal modo que el público pueda intervenir y llenar los vacíos, los espacios en blanco... La solución se encuentra precisamente en estimular al espectador para que su presencia sea activa y constructiva”.
Abbas Kiarostami en conversación con Jean-Luc Nancy en 2001.

Cosroes y Shirin, o Shirin y Farhad (según la versión) es una de las leyendas persas más conocidas, contada por diversos poetas a lo largo de los siglos. Los tres personajes principales (el rey Cosroes, la princesa Shirin y el arquitecto Farhad) conforman un triángulo amoroso de alto voltaje, y sus episodios de seducción y traición forman parte del Shâhnameh, el poema nacional iraní. La adaptación de Kiarostami tiene el sello de su búsqueda formal de años recientes: el director de Ten filma una puesta teatral de la historia, pero la cámara no está apuntando al escenario sino 180 grados al sur, hacia el público. Para reconstruir la trama, deberemos guiarnos por el audio del escenario y los rostros de las 114 espectadoras desperdigadas por los asientos del teatro. La cámara se detiene en sus expresiones (por ahí se ve a Juliette Binoche) y a través de ellas recibimos, como en la alegoría de la caverna, una deformación más de una leyenda que se ha venido repitiendo (es decir, tergiversando) desde hace un milenio.
Del catálogo del Bafici

Saber mirar es saber amar
Por Jesús Miguel Sáez González

Se dice que la asistencia de los espectadores a una sala cinematográfica es un acto de comunión. Sin embargo, debemos pensar que una vez que las luces de la sala se apagan, cada espectador se encuentra solo, queda aislado, concentrado, distanciado de los otros, justo en silencio (aunque si es verdad que en ocasiones podemos percibir los contornos de los otros espectadores a nuestro alrededor), y por tanto cuando se muestra la representación, que es la película, a esta audiencia, cada uno aprende un universo personal a través de la experiencia de la riqueza de su propia experiencia (estas últimas palabras escritas en negrita, son parte de algunas declaraciones efectuadas por el propio Kiarostami, en referencia a la cinta que nos ocupa). Por tanto considera el realizador iraní al público no como un simple voyeur pasivo, sino todo lo contrario, activo, pues un film debe concebirse incompleto, de tal manera que el público pueda intervenir, rellenar los espacios vacíos, construir, intervenir, ser partícipe en una sola palabra, pero para ello debe ser estimulado. Así se concibe Shirin, un experimento cinematográfico que rinde tributo, no solo al cine, sino al espectador – en este caso a la mujer–, planteando el arte como liberación.

Como espectadores solo veremos en Shirin a ciento diez rostros (primeros planos fijos y sostenidos de ciento diez mujeres absortas), mirando, más que eso, contemplando una pantalla en la que se está proyectando una película, que no alcanzamos a ver; si a escuchar –una narración ausente pero insistentemente presente, no solo en nuestros oídos, sino a través del reflejo del público espectador–, y son las emociones de estas que se traslucen (atentos siempre a los mínimos gestos de las actrices como a los matices de luz que se han de reflejar en los rostros[…] de su perfecta combinación y adecuación deriva la emoción que son capaces de trasmitir las miradas, en cuyo reflejo nosotros los espectadores de la cinta nos vemos implicados –más allá de una simple narración oral–, dejando de ser simples voyeurs, siendo constructores de la propia historia, multiplicando la experiencia y para ello se concentra la narración en off en el plano sonoro[…]) y las que nos acercan a la historia, un romance persa de Nizami escrito en el siglo XII, que conforma parte de un corpus épico titulado Shahnameh.


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Abbas Kiarostami: entrevista

El último trabajo del director iraní, una austera procesión de rostros de mujeres reaccionando a una obra de cine, dividió a las críticas. Pero aquí Kiarostami revela que sus actrices tenían en su mente otra cosa que una película, y cómo Juliette Binoche se involucró.

Considerado por muchos como uno de los más importantes cineastas del mundo, Abbas Kiarostami, durante cuarenta años, entregó películas no sólo en sintonía con una gran cantidad de dilemas morales e intelectuales humanos, sino que también hacen preguntas difíciles acerca de la capacidad del cine para decir la verdad y el rol del director.

El último trabajo del director iraní, Shirin, se construye a partir del minimalismo poético de Five (2003). Es un trabajo conceptual que nos invita a experimentar los altos y bajos emocionales de una pieza de ficción narrativa –en este caso, una versión para las salas de cine de un poema persa del siglo XII llamado Shirin– a través de los rostros de 114 (o alrededor) actrices iraníes y Juliette Binoche, todas las cuales él filma en largos y fijos primeros planos. Desde su estreno en Venecia el año pasado, Shirin dividió las críticas: algunos la ven como una valiosa reflexión sobre la ilusión cinemática; otros la desestiman como un garabato intelectual demasiado largo.

Entrevista

¿Cómo se te ocurrió la idea para Shirin?

La idea surgió cuando estaba mirando una película. Sucede que en el cine, suelo tener un ojo vuelto hacia la pantalla y el otro hacia la persona de al lado. Hago eso también cuando estoy con amigos mirando fútbol en televisión –con una diferencia: en ese caso, ambos ojos se vuelven hacia los espectadores (¡confieso mi falta de interés en el fútbol!). Me entrego a la curiosidad, pero esa curiosidad deriva de la importancia del público en sí mismo. ¿No ocurre desde el principio al final del proceso de filmación, que uno es ya un espectador de su propia película? Por eso finalmente respondí a mi vocación e hice una película acerca de la mirada de los espectadores.

¿Por qué concentraste tu cámara sólo en las mujeres del público?

La historia de Shirin es uno de los primeros triángulos amorosos escritos en la antigua literatura iraní, y el narrador es una mujer que habla a otras mujeres. Así que pensé que el círculo estaría incompleto si la gente que miraba la historia no eran también mujeres. Por supuesto, pueden verse hombres, pero sólo en el fondo –exactamente donde están en la historia misma.

¿Filmaste la película en un cine?

En realidad, los actores fueron filmados sentados en una habitación de mi casa; ¡no estaban allí todos juntos al mismo momento! Incluso, no estaban mirando una película ni siquiera escuchando la banda sonora. De hecho, estaban simplemente mirando una hoja de papel  en la que había dibujado a una mujer y a un hombre, y les pedí que piensen acerca de sus propias historias de amor privadas. Después de la filmación, simplemente hicimos la banda sonora desde cero; después trabajamos en el sonido y la imagen juntos, usando el sonido como la base para montar las secuencias que habíamos filmado. El montaje duró cuatro meses; en efecto, la compilación de la banda de sonido duró lo mismo que duraría hacer la banda de sonido de una película normal.

¿Por qué elegiste esta vez actores profesionales? No lo haces usualmente.

Era una deuda ética que sentía a las actrices iraníes profesionales, dado que nunca las había puesto ante cámara antes. ¡Era una deuda conmigo mismo, también! Me negué a mí mismo dos importantes y atractivos aspectos del cine: no solo la belleza, sino también la complejidad que uno puede encontrar en las mujeres. De hecho, aún no sé si esas actrices estaban actuando  o si obtuvimos una genuina reacción de ellas.

¿Cómo resultó Juliette Binoche asignada como una de las aficionadas al cine?

En un momento de la filmación, ocurrió que ella estaba como invitada mía en Tehran, así que visitó el set –sin dificultades, ¡dado que se trataba simplemente de una habitación en mi casa! En un gesto de generosidad sorprendente ella propuso interpretar a una de las mujeres en la película; incluso a pesar de estar cansada de su vuelo la noche anterior, simplemente se sentó ahí sin maquillaje, y eso fue todo. Le dije que no le podía pagar pero le prometí no explotar su nombre con propósitos publicitarios. Pero entonces, de nuevo con gran generosidad, ella participó felizmente en una sesión de fotos con las actrices iraníes como souvenir.

Intro: David Jenkins Entrevista: Geoff Andrew. Extraída de www.timeout.com/film

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Shirin descrita por Kiarostami.

Puede ser una experiencia extraña sentarse en una oscura sala de cine,  mirar la pantalla y ver a los miembros de un público viendo una película. Personalmente, creo que la experiencia de mirar una película en la que el sonido de la historia que escuchamos es diferente de las imágenes que vemos puede ser más interesante.

Shirin es la última película del autor iraní Abbas Kiarostami. Muestra simples primeros planos de los rostros de 113 actrices que están viendo una película.

Después de ver la película y de hablar con el Sr. Kiarostami, descubrí  que las mujeres, cuyos rostros aparecían en encuadres perpendiculares en la película no estaban en lo absoluto mirando un film; unos pocos espacios fijos fueron instalados encima de la cámara y ellas estaban actuando con la técnica de improvisación especial de Kiarostami.

Lo que hace esta experiencia doblemente interesante es descubrir que la historia se decidió una vez que la filmación había terminado. Es la historia de amor de Khosro, Shirin y Farhad, una obra maestra del gran poeta iraní Nezami Ganjavi. El trabajo destaca un montaje efectivo y una atención a los detalles que, como siempre, vuelve a las películas de Kiarostami simples, diferentes y absorbentes.

Abbas Kiarostami característicamente confiere una significación especial al público. En su último trabajo, Shirin, llega a sugerir explícitamente que la pantalla grande no existiría en ausencia de un público.

Shirin es la historia de la empatía del público –el público que mira la empatía de otro público.

Entrevista

Offscreen. ¿Cómo se te ocurrió hacer una película así?

Abbas Kiarostami. Fue la respuesta a una vieja tentación, una muy vieja que data de los días cuando me volví director. Todo se trataba de mirar al público. Creo que tiene su raíz en el hecho de que en ausencia de un público, ninguna producción puede ser llamada una producción propiamente. No es que quiera hacerle un favor especial al público. No busco elevar la estatura del público a expensas de la producción. Lo que digo es que en el momento en que un público es afectado por una película, la creación es ese momento especial, no el film en sí mismo. No existe tal cosa como una película antes de que el proyector se encienda y después de que las luces del cine se apaguen. Una película compuesta por muchos fotogramas que se coloca en una caja, u obras por un sistema digital, etc, no se parece en nada a una pintura o una estatua que nos llevan a pensar en ella como una masa o una identidad. Creo que la identidad de la pantalla grande depende del público, del momento en que encuentra su público. De modo que una producción toma su forma en el momento en que vemos un público. En otras palabras, en una cierta juntura el público y la película se vuelven uno.

Creo que en este trabajo aparecen dos películas. Quiero decir, no miramos la producción en abstracto; más bien, miramos su impacto en un público. Este es un fenómeno muy viejo evidente en algunas otras películas que he dirigido. Por ejemplo, en A través de los olivos el momento en que hay una discusión entre la Sra. Shiva y Hussein con el trabajador de la construcción que dejó caer  los ladrillos, vemos el embotellamiento sin verlo realmente. Quiero decir que en sus caras vemos la atmósfera total sin ver la congestión propiamente dicha. Es el caso en varias recientes producciones mías. Vemos la película a través del impacto que tiene en la gente que está viendo el film.

Tuve un sentimiento radical y quise ver al público en privado. Para mí ver gente es más interesante que cualquier otra cosa. Es un sentimiento muy viejo. No tiene nada que ver con dirigir. Es una mirada profunda y audaz; similar a la de los niños en la cuna, bastante simple. Hay momentos en esta película que son como un regalo para mí. Es una bendición poder mirar a alguien tan de cerca como para detectar los sentimientos en sus rostros.

O. ¿Cuál es el lugar de Shirin en la lista de tus trabajos, particularmente en la medida en que tus producciones se están volviendo más minimalistas?

AK. Cualquier producción es un seguimiento de trabajos previos… pero no quise hacerlo minimalista porque  no es mi responsabilidad resumir una producción tanto.

O. Pero eso es lo que está ocurriendo. Una vez citaste a un crítico diciendo que Shirin es la película más radical de Kiarostami en llevar todo fuera de campo.

AK. Es así porque amo la simplicidad. Por ejemplo, en los libros en los que estoy trabajando ahora, por ejemplo en los Diwa-e Shams de Rumi, opto por poemas más cercanos a las conversaciones diarias y el simple lenguaje moderno. No elegiría poemas con palabras muy complicadas. A pesar de que algunos de ellos son geniales por su ritmo, y su letra.

O. Ahora que la película terminó, ¿cómo la encontraste cuando la viste?

AK. Realmente me gusta mucho esta película, por una serie de razones.

Primero, la cámara está fija. Segundo es un primer plano en un sentido especial del término. Por otro lado, me gustan los planos largos. Uno puede ver la mentalidad de los individuos en los primeros planos.

O. ¿Por qué optaste por un elenco enteramente femenino?

AK. Porque las mujeres son más bellas, complicadas y sensacionales. Una combinación de estas tres cualidades las vuelve perfectas candidatas para las películas y para ser observadas. Para desarrollar una percepción de semejante complejidad no hay otra forma que observar, que es el primer paso en el camino de la investigación. Además, las mujeres son más pasionales. Enamorarse es parte de su definición.

O. Contanos acerca de la película y el guión.

AK. La historia no era importante para mí. Quiero decir, no había puesto mis esperanzas en la historia. Simplemente pensé que estaban mirando un melodrama. Pero no tenía del todo claro cuál. Durante el transcurso de la producción me encontré con cosas que encontré agradables. Nezami –que vivió hace casi ocho siglos- no sólo fue capaz de hacer drama. Cuando se trataba de  características dramáticas, sus obras son consideradas tan buenas como las de Shakespeare, per también, él tenía un entendimiento perfecto de la mujer. La imagen que él creó de la mujer era muy positiva; retrató a la mujer como un ser capaz y auto-suficiente. Semejantes personalidades raramente son vistas incluso hoy en día.

Pese a que Shirin mantiene todo lo femenino, los intrincados rasgos de la mujer, se demuestra  bastante fuerte. Nezami creó un gran cuadro de un triángulo amoroso para nosotros. Un triángulo, del cual un lado muestra a un rey y el otro a un arquitecto y matemático, un fabricante de estatuas, una persona físicamente hábil capaz de transmitir confianza a las mujeres. Creo que ambos eran ideales para las mujeres. La historia gira alrededor de un triángulo amoroso con problemas particulares.

O. ¿Qué reacciones creés que suscitará tu película?

AK. No puedo imaginarlo. “No me importa para nada” es todo un cliché en estos días porque muchos directores comienzan a usar esa expresión después de una muy breve experiencia como cineastas. El hecho de que nunca pronuncié esa sentencia con los años me hace sentir cómodo decirla ahora. No estoy diciendo que no me importa si les gusta la película o no. Lo que estoy diciendo es que su disgusto por la película no va a afectar mis sentimientos sobre ella. Creo que ya he contestado esta pregunta sin contestarla, al mirar la película varias veces;  cada vez que alguien vio la película, yo también la vi. Esto sucede a pesar del hecho de que nunca he visto mis propias películas, ni una sola vez. En realidad, Primer plano es una excepción. La vi tres o cuatro veces.

La película tiene mucho para explorar. Esa es la razón por la que cuando la miro otra vez encuentro algo nuevo que me invita a verla de otra vez.

O. ¿Estás de acuerdo en que la película está adelantada a su época o es muy diferente?

AK. Sí, creo que es muy diferente, particularmente ahora, una época en la que algo se muestra una y otra y otra vez; no mostrar es una suerte de objeción, una objeción a esa cantidad de mostrar. Las películas pornográficas no son las únicas representaciones del porno. Cuando una cirugía a corazón abierto está en tu pantalla, es pornografía. Ver cosas que no se supone deben ser vistas equivale a la experiencia de la pornografía.

Tal vez es un medio para objetar, una reacción a las películas que muestran todo. Alguien que vio la película me dijo, y cito, cuando estaba viendo la película, sólo quería ver las cosas que ellos estaban viendo. Me pregunté a mí mismo, ¿quiero ver lo que están viendo? La respuesta es de ninguna manera, de ninguna manera. He visto esas escenas una y otra vez: caballos que aparecen en la pantalla y relinchan; escenarios que han sido construidos con evidencia no tan sólida para retratar la vida 7.000 años atrás. Estos decorados revelan constantemente su naturaleza hueca. Creo que es nueva e innovadora. Muestra cosas que nunca tuve la oportunidad de ver desde una distancia muy cercana. Cada vez que me pierdo esos momentos, puedo mirar una reconstrucción en una serie de televisión.

Lo que estoy viendo en realidad son dos películas con un ticket. Porque tenemos que pensar acerca del impacto de algo diferente a la cosa misma.

O. Cuando escuchamos una historia, naturalmente creamos una imagen en nuestra imaginación. Pero aquí hay imágenes para mirar. ¿Qué pensás acerca del hecho de que en Shirin no vemos imágenes relacionadas con la historia que escuchamos?

AK. ¿Estás diciendo que limité tu imaginación…?

O. Estamos acostumbrados a imaginar lo que escuchamos, por ejemplo, una historia en la radio.

AK. ¿Querés decir que cuando miro el rostro de alguien, no soy tan libre como cuando escucho la radio para dar rienda suelta a mi imaginación?

O. Exacto, y esto no es a lo que está acostumbrado un hombre bajo circunstancias normales.

AK. No. Esto no es la radio. A pesar de que sos libre de imaginar lo que quieras, tenés que ver lo que te estoy mostrando. De hecho, es una combinación de ambos, libertad y restricción. Te sugiero mirar otro mundo que es más atractivo que el de la historia. Yo creo que si te atrevés a dejar de lado la historia, te vas a encontrar con algo nuevo que es el cine en sí mismo. De hecho, te sugiero dejar a un lado la historia, y sólo mantener los ojos en la pantalla.

Por Khatereh Khodaei. Extraída de: http://www.offscreen.com

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