Entrevista con Nobushiro Suwa
Vivía
en Hiroshima, cursaba el secundario y leía devotamente los diarios de Jonas
Mekas. Así se encendió en Suwa la llama del cine, la misma que años más tarde y
con tres películas intensas brilla de una manera inconfundible. Y así habló con
nosotros el director de las notables H Story, M/Other y 2/Duo.
por Diego Trerotola.
¿Hubo algún hecho
esencial que te haya empujado a hacer cine?
Comenzaron
a darme ganas de hacer cine durante la secundaria cuando leía mucho los diarios
de Jonas Mekas. Eso fue una gran motivación. Yo vivía en Hiroshima y no podía ver las películas
experimentales, pero me di cuenta de que había otro tipo de cine en Estados
Unidos, llamado cine underground, y
yo estaba muy sorprendido. Después de eso fui a Tokio y comencé a ver mucho
cine experimental, a partir de entonces comencé a armar un proyecto para hacer
ese tipo de cine. Creo que Stan Brakhage y Jonas Mekas son los dos directores más
importantes del cine experimental.
¿Reconocés algunos elementos
del cine experimental en tus películas?
En
mi cine me interesan las texturas, la idea de la película como superficie material
me interesa mucho. Por ejemplo, el hecho de que la película se desgaste o se filtre
la luz por error. No me gustan las películas digitales. Cuando empecé con la idea
de hacer cine experimental, en Japón el circuito de este tipo de cine era
demasiado cerrado, era como una especie de gueto que no estaba muy comunicado
con el resto de la sociedad. Esa manera de comunicarse entre el cine y la
sociedad no me interesaba. Si bien mi cine es para cierto público, me interesa
poder trascender y no hacer un cine de gueto. Entre 1978 y 1979 comencé a
participar en proyectos de cine experimental. En esos años surgía en Japón gente
que no hacía cine experimental, sino un cine independiente donde, por ejemplo, salían
a la calle a entrevistar a las personas. Surgieron muchos directores con esa tendencia,
como Masashi Yamamoto, y yo era asistente de esos directores en ese momento. De
esa manera, empecé a trabajar. En realidad, fui a Tokio para estudiar en la universidad
de cine; estudié un tiempo pero después quería salir de la universidad para
hacer cine. Durante tres años trabajé como asistente de directores pero llegó un
momento en que me cansé, no quería seguir haciendo ese trabajo y volví a estudiar.
En esa vuelta a la universidad comencé a ver el cine de la Nouvelle Vague y dediqué mucho tiempo a leer teoría del cine.
Tus películas,
especialmente H Story, tienen una
tendencia a la idea destructiva de la narración y de la película. ¿Esto es una
herencia de algún cineasta experimental?
En
realidad, durante mucho tiempo tuve en la cabeza el cine experimental, pero cuando
comienzo a trabajar no pienso mucho en eso. El problema surge cuando aparece la
idea de contar una historia, la narrativa del cine. De alguna manera me doy
cuenta de que estoy imposibilitado de narrar una historia, siempre me pregunto
cómo contar una historia. Esta idea de la imposibilidad de relatar una historia
puede ser que esté tomada del cine experimental. En vez de trabajar en el rol de
director, de hacer un trabajo solitario donde el otro no sea tenido en cuenta, prefiero
trabajar en conjunto y en diálogo continuo con los actores. Me parece más enriquecedor
y me interesa la relación con el otro.
La imposibilidad de
narrar una historia en H Story se
traduce en la imposibilidad de realizar una película, en el fracaso del
proyecto de hacer la remake de Hiroshima, mon amour, de Alain Resnais. Esa
idea parece relacionarse con la visión lúgubre de Jean-Luc Godard sobre la
muerte del cine.
Por
supuesto, el cine de Godard me interesa muchísimo y vi todas sus películas. Pienso
continuamente en todas las problemáticas que él ha planteado. La directora de fotografía
de H Story, Caroline Champetier, también
trabajó mucho con él y durante la filmación hablábamos bastante sobre cómo era
el trabajo con Godard. Si bien Godard plantea todo el tiempo la problemática de
la muerte del cine, yo no pienso que el cine vaya a morir ni que de ese planteo
nazca la forma de cómo está planteada la película. En parte, por lo hablado con
Caroline, pienso que la diferencia que puedo plantear con Godard es que él hace
una progresión en sus trabajos hacia la soledad, cada vez es un cine mucho más
personal y de alguna manera se cierra el mundo y se puede plantear la muerte del
cine en ese sentido. En mi caso, es todo lo contrario: siempre me interesa trabajar
con el otro y crear grupos más grandes de trabajo. Creo que esa es la
diferencia con Godard, él plantea un movimiento hacia dentro y yo uno hacia
fuera.
Especialmente, el aporte
de los actores es muy interesante. En las presentaciones de tus películas dijiste
que la relación con los actores en tu primera película, 2/Duo, se basó en la improvisación y que en la segunda, M/Other, se ensayó mucho pero se les dio
libertad creativa a partir de una base pautada. ¿Cómo fue el trabajo actoral en
H Story?
En
H Story, sobre las acciones en sí, no
había mucha discusión. En M/Other, todo
el tiempo se discutía lo que se iba a hacer en las escenas. En H Story, el trabajo era más a quemarropa.
Justamente, en el film, Béatrice Dalle aparece acreditada con su nombre, no es un
personaje, y yo también estoy acreditado con mi propio nombre. En esta película
no hubo diálogo previo sobre los personajes porque éramos nosotros mismos. Todo
en la película es improvisación.
Tu lógica de entender el
proceso creativo del cine debe dificultar el proceso de escritura de guiones.
Las
cuatro películas son bastante diferentes en el proceso de escritura. Lo que se puede
plantear en común es que lo que escribo o no escribo está sujeto a revisión
según las relaciones que se arman en el set. Entonces, lo que suele suceder es
que recién en el momento en que comienzo a hacer la edición me pongo a pensar
en la narración y surge la idea de cómo se arma. Trabajo con cierta idea de las
circunstancias, pero lo que va a pasar con eso, con los actores, no lo sé.
Cuando comienzo a filmar surgen cosas que me hacen perder el control de esa
idea. Cuando termino vuelvo a reconstruirla en el momento de editar de acuerdo
a lo que surgió en el rodaje. Sin embargo, siempre tengo el concepto de lo que
quiero hacer.
En tus películas, el
sonido es un elemento muy importante porque está usado de una manera extraña y
antinatural. Muchas veces el sonido ambiente está a un volumen más elevado de
lo habitual y tapa los diálogos o cada ruido de los objetos toma una dimensión enorme.
¿Cómo trabajás el sonido?
La
manera tradicional de escribir los guiones es separar el diálogo y la imagen. Cuando
digo la palabra “Acción”, si el peso está puesto sólo en la palabra, el cuerpo
y el mundo de las cosas quedan relegados a la palabra que está sobre las cosas.
Lo que quiero es nivelar esa relación y, si la nivelo hacia abajo, con el
sonido puedo lograr que el cuerpo tome mucha más intensidad en esa acción. Cuando
digo “Acción”, que no importe sólo la voz sino que el cuerpo esté puesto en
acción y el mundo de los objetos también.
¿Cómo se relaciona el
público japonés con tus películas?
En
Japón es muy limitado el circuito que hay para este tipo de cine. 2/Duo y M/Other se manejaron en un circuito muy chico. H Story todavía no se estrenó porque no empezó la temporada. Toda
la programación del año ya está lista, pero una película como H Story se da en una sola función por
día en horario nocturno y ese modo de distribución limita mucho el público. Cuando
terminé de filmar M/Other tuve
dificultades porque los distribuidores me pedían un guión, pero yo no tenía nada
escrito. Creo que el sistema de la circulación del cine en Japón es bastante limitado,
ridículo y poco creativo.
El cine japonés parece
que nunca deja de atravesar un buen momento, especialmente en los festivales.
¿Cómo es tu relación con otros directores japoneses?
En
este momento surgieron muchos directores jóvenes en Japón, es un momento de gran
ebullición del cine japonés. Pero no existe esa idea de sentirse como parte de una
misma generación. Si bien se conocen, no arman proyectos juntos y no piensan
cosas en común. Los directores con quienes tengo diálogo son Hirokazu Koreeda
de After Life, Shinji Aoyama de Eureka y Naomi Kawase. También tengo
diálogo con Kiyoshi Kurosawa, que es de otra generación, y con Junji Sakamoto, que
es muy sólido y realizó muchos films pero es desconocido por los festivales
internacionales. A toda esta gente la conozco, pero considero que las relaciones
más cercanas son con directores de otros países, como Pedro Costa y Robert
Kramer. Cuando me encuentro con esta gente me doy cuenta de que hacemos cosas
similares y enseguida me entiendo con ellos.
Más allá de estos
directores, como dijiste antes, en tu cine hay una gran relación con los
cineastas de la Nouvelle Vague.
Cuando
vi por primera vez el cine de la Nouvelle
Vague, sentí un gran impacto y esa sensación todavía permanece.
Especialmente con Jean-Luc Godard. En Sin
aliento hay una escena en la calle con Jean-Paul Belmondo donde pasa una
viejita y mira a cámara. En esta escena de alguna manera la ficción se abre al
mundo. En la Nouvelle Vague, en la
forma misma de hacer cine está esa apertura al mundo. También fue muy
inspirador Jacques Rivette. En una película de Rivette que vi y ahora no
recuerdo, aparece por primera vez el planteo entre el documental y la ficción, porque
era una suerte de documental de cómo se hacía el cine. Por ejemplo, en 2/Duo aparece esta idea de que es un documental
sobre actores.
Justamente, tu afinidad
con Robert Kramer se basa en esa tendencia que tienen tus películas a realizar
un tipo de ficción documental.
Hay
una gran diferencia entre la gente que quiere hacer ficción y la que quiere
hacer documental. Eso tiene que ver con la mirada. La gente que hace ficción
arma un mundo cerrado, el mundo de su imaginación. En cambio, la gente que hace
documentales lo que intenta es mirar hacia fuera, lo que pasa afuera. Dentro de
mi trabajo lo que me planteo es la relación entre documental y ficción, porque
si bien hago historias ficcionales me interesa que puedan mirar hacia afuera,
que no sean sólo mi mundo imaginario. Del documental me parece muy interesante
poder ver las caras de la gente del mundo, esa belleza humana del mundo. Pero
se me plantea un problema muy grande porque me parece una relación unilateral. Ellos
me dan todo, y yo lo tomo, pero no les devuelvo nada. Eso es un problema a la
hora de decidir hacer documentales, no siento que pueda haber feedback. Cuando uno hace documentales,
a la gente que uno filma nunca le paga. En cambio, con un actor está la relación
a partir del pago, pero no sólo del lado de lo económico. Cuando uno hace documental,
el otro no participa en la concepción que uno tiene en la imagen, en cambio lo
que busco con los actores es tener una relación de colaboración y de enriquecimiento
mutuo.
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