miércoles, 10 de octubre de 2012

Dos entrevistas a Gus Van Sant sobre Gerry


Gus Van Sant vuelve a sus raíces indie con la minimalista Gerry
Por Paul Fischer

Gus Van Sant empezó hacienda películas que eran singularmente idiosincráticas antes de cambiar de marcha con un grupo de películas que eran mucho más establishment de lo que uno esperaría, tales como El indomable Will Hunting, Descubriendo a Forrester, y la críticamente denostada Psycho. Con su última película, la provocadora Gerry, parece que Van Sant le dio la espalda al mainstream de Hollywood. El argumento minimalista de la película a la Samuel Beckett está ambientado en algún lugar en el suroeste americano, y gira en torno a dos chicos llamados Gerry (Matt Damon y Casey Affleck) que salen a un sendero en una tierra salvaje, se pierden y pasan el resto de la película teniendo conversaciones inanes mientras lentamente mueren de sed. ¿Es una reacción en contra de las películas americanas en general o Gus Van Sant está interesado en cuestiones más profundas?


Paul Fischer: Me preguntaba si, de alguna manera, Gerry fue concebida como una suerte de reacción contra las últimas películas mainstream de Hollywood que hiciste, como Psycho, El indomable Will Hunting, etc.

Gus Van Sant: No, no realmente. Creo que es una reacción contra el cine del siglo XX. No es necesariamente algo específico en mi carrera, Hollywood o algo por el estilo.

P.F: ¿Contra el cine del siglo XX en terminos de qué, forma o estructura?

Van Sant: Bueno, quiero decir como en Estados Unidos sí, no en el contenido, pero en el estilo hay un esfuerzo por hacer algo acerca de un tipo de cine que yo siempre hice, tanto si era un pequeño presupuesto como si era un gran presupuesto, donde vos sabés, estás filmando en pequeños incrementos, estás filmando como en tomas que pueden ser reconstruidas después para hacer que la escena funcione, vos sabés, en lugar de hacer algo así, filmar en pedazos largos que son reales, quizás una manera de estar más cerca de la acción, sin esa suerte de dividirlo después.

P.F: Quiero decir que parece más común estar en contra del cine americano que contra el cine como un todo.

Van Sant: Sí, quiero decir, depende en qué parte del mundo. Como el cine americano moderno, tenía eso en la mente, pero creo que es todo, empezando desde algo como D.W. Griffith, que es como una invención asombrosa, vos sabés como el primer plano, sobre el hombro, planos generales medios y cortes y también montaje, combinado, construido, y son formas de contar nuestras modernas historias en películas. Pero también, tengo la furtiva sospecha de que está también mano a mano con un producto industrial, que el actual vocabulario del cine está de algún modo yendo mano a mano con las actitudes de la línea de montaje del progreso industrial de la primera parte del siglo.

P.F: Desafiando la convención y a pesar de tu trayectoria comercial, ¿qué desafíos enfrentaste al tratar de llevar a cabo un película como esta?

Van Sant: Fue bastante fácil porque tenía el dinero para un proyecto no especificado y entonces cuando estaba hablando acerca de esta cosa particular con Casey y Matt, simplemente ya teníamos el dinero y tuve que cubrirlo pidiendo un préstamo, pero teníamos la garantía para la entrega del dinero.

P.F: Así que, ¿de dónde salió la idea para Gerry en un principio?

Van Sant: La idea era de una noticia acerca de dos chicos que se habían perdido y cómo uno mató al otro. Eso era una inspiración aparte. También de otras historias de gente que se había perdido, y mis propios relatos de estar perdido.

P.F: ¿Cuán colaborativo fue el proyecto desde sus comienzos?

Van Sant: Empezamos pensando acerca de esto cuando Casey y yo éramos vecinos de al lado y Matt justo se mudó a New York para rehacer un departamento. Empezaron a bromear acerca de cómo representarían estos personajes; empezamos con dos personajes que se parecían a Beavis y Butthead y terminamos con personas que se parecían a Casey y Matt en sí mismos. Construimos un esbozo y yo estaba realmente interesado en cómo ese esbozo iba a evolucionar. Casey y Matt estuvieron solos un montón de tiempo, desarrollando escenas como la escena de la roca. Y después nos reunimos en Argentina cinco días antes del rodaje. Fue en esos cinco días que surgió el guión.

P.F: ¿Qué estás esperando que el público extraiga de la experiencia de ver Gerry?

Van Sant: Espero que una suerte de eliminación divina. [Risas]. Creo que depende de la persona. Creo que la experiencia es algo que les da algún tipo de energía.

P.F: ¿Ves esta como una película amigable para el público?

Van Sant: Quiero decir, de hecho te energizas al verla. A menos que te frustres completamente, que creo que también es posible, si tenés la capacidad para darle, vos sabes, un poco de paciencia, hay un montón de energía.

P.F: Entonces, ¿hacer la película te re-energizó a vos como director?

Van Sant: Sí, de hecho hacer la película me dio un montón de energía.

P.F: ¿Cómo tenés la intención de utilizar esa energía en tu trabajo futuro entonces?

Van Sant: Bueno, ya hice una película diferente. Se llama Elephant, ya que esta terminada y de alguna manera está relacionada con Gerry, pese a que es acerca de un tema diferente, el tema es la violencia en la escuela secundaria.

P.F: Oh, eso es muy oportuno.

Van Sant: Sí. Y vos sabés, creo que hay una suerte de comunicación con los actores y un cierto estilo de trabajo que es la relación entre los dos. Vos sabés, también hay diferencias. Hay un montón más de personajes y el ambiente es diferente y el tema es diferente.

P.F: ¿Quién está en ella? 

Van Sant: Desconocidos actores de escuelas públicas en Portland.

P.F: ¿Pensás que el público va a reaccionar a una película tan oportuna como eso sugiere?

Van Sant: Sí, definitivamente van a reaccionar, creo.

P.F: ¿Qué pensás que es lo más aprendiste como cineasta a través de estos años?

Van Sant: Esa es una buena pregunta. No lo sé, todavía sigo aprendiendo cosas. Supongo que es una suerte de proceso de aprender cosas continuamente. No sé si hay una definida pepita de oro final de información que haya recogido.

P.F: Hiciste una suerte de trio de lo que se pueden llamar películas de Hollywood conservadoras, mainstream. El indomable Will Hunting, Psycho y Descubriendo a Forrester eran de un tipo particular. ¿Es así como ves vos esa colección de películas y tenés interés en volver a ese estilo de cine narrativo o estás contento de intentar y ser más experimental?

Van Sant: Hasta ahora, en cierto modo continuar con la dimensión de alguna manera experimental.

P.F: ¿Qué te enseñó esa sección de tu carrera, esa sección de mainstream, gran Hollywood, aspecto de tu carrera?

Van Sant: Bueno, siempre quise en cierto modo ver si podía dedicarme a películas que quizás estaba acostumbrado a ver en los ’70, como Ordinary people, y ya que no hice realmente una película con esos tipos de personajes, al menos quería ver si podía y así intenté eso en aquél momento. Era simplemente algo que yo no había hecho, así que era nuevo para mí.

P.F: ¿Estás harto de defender Psycho?

Van Sant: No, la voy a defender.
P.F: ¿Y todavía te preguntan acerca de ella?

Van Sant: Oh sí, un montón de gente pregunta acerca de ella.

P.F: No es probablemente algo de lo que te arrepientas de haber hecho, pero ¿esperás una reacción?

Van Sant: Creo que lo hicimos. Vos sabés, primero le dije a Danny Elfman acerca de la idea y él me dijo que los críticos me iban a matar.

P.F: Y tenía razón.

Van Sant: Tenía razón y yo no sabía si iba a estar completamente de acuerdo con él, pero vos sabés, con la idea de que quizás eso iba a suceder, supongo que es un poco como, vos sabés, un manifestante entra y alguien dice “bueno, la policía te va a pegar”, vos sabés, es noble entrar, pero te duele cuando te sucede, vos sabés. Y en cierto modo asumí que podía llegar a pasar. Había una especie de idea falsa que pienso que está basada en un concepto competitivo. Supongo que estaba compitiendo con un ícono, lo que no era realmente el caso, era más bien que quería hacer una remake que fuera no sólo una película que fuese acerca de una especie de no olvidado, sino también una película donde rehacer o preservar las intenciones del director y no simplemente en cierto modo agarrar el guión y rehacerlo. Esa fue la aplicación práctica de eso. Supongo que también estaba el ángulo de apropiación artística para ver que sería una apropiación de algo semejante a eso, vos sabés, ver si realmente se parecería o no. Y al final, no creo que realmente lo haga. Quiero decir, se parece mecánicamente, pero en cierto modo no se parece espiritual o emocionalmente.

P.F: ¿Qué otros directores te influenciaron más?

Van Sant: Bueno, creo que Chantal Akerman fue muy influyente, Bélla Tarr fue muy influyente, y un montón de los cineastas experimentales de los ’60.

P.F: Después de Elephant, ¿cuáles son tus planes?

Van Sant: Seguir, supongo. Quizás vamos a hacer algo en Rusia.

P.F: ¿En serio? ¿Por qué?

Van Sant: Porque teníamos un amigo que nos estaba contando acerca de ello y porque hay alrededor de 20 horas de luz solar durante el día en junio.

***

Gus Van Sant. Entrevista con un cineasta abiertamente gay
Por Rodrigo Brandao

Algunos dicen que el trabajo de Gus Van Sant’s es imposible de etiquetar; fue llamado con poca sinceridad un conformista y un enfant terrible.

Contradicciones aparte, el director de películas como El indomable Will Hunting, Psycho y Mi Idaho privado dejó la taxonomía artística para sus fans y dedicó su energía a crear una prolífica obra. Gus Van Sant escribió una novela (Pink), publicó un libro de fotos (One Hundred-Eight Portraits) y elaboró algunas de las películas más osadas producidas por un director americano en los últimos 15 años.
Como cualquier cineasta comprometido con la industria del cine y con el cine como un medio discursivo, Gus Van Sant trabaja en la intersección frágil y estrecha entre lo comercial y el valor artístico, el sentido común y la sofisticación, y en última instancia, Hollywood y el cine. Van Sant también resulta ser uno de los pocos cineastas abiertamente gays trabajando en Hollywood. En este asunto, su historia es un modelo valioso para los cineastas LGBT en busca de sustentabilidad y relevancia artística.
Su nueva película Gerry, envuelta alrededor de la historia de dos tipos que se pierden en un desierto, es asombrosamente hermosa. Casey Affleck y Matt Damon la protagonizan, pero encabeza el reparto el sol ardiente y sobre todo la capacidad de Van Sant para mezclar muchas de las referencias cinematográficas que influenciaron su trabajo en una coherente y osada pieza de arte.
RB: Contame acerca de la decisión de filmar Gerry después de Descubriendo a Forrester. ¿Dirías que Gerry es una película más personal?
GVS: Creo que es más personal porque yo no escribí Descubriendo a Forrester, así que [Gerry] era algo que era mucho más cercano a lo que nosotros (Casey Affleck, Matt Damon y Van Sant) estábamos pensando colectivamente.
RB: Contame acerca del proceso de creación del guión mientras filmaban la película. ¿Fuiste al set con una idea principal?
GVS: Creamos el dialogo anticipadamente. En muchos casos, Casey y Matt improvisaron [el dialogo] y lo escribieron; yo no tenía mucho que hacer con la escritura del diálogo. Mi contribución principal a la escritura fue la historia; hacer de la película una pieza coherente y escribir los elementos de la historia.
RB: ¿Tenías la película completamente estructurada antes de encarar la post-producción?
GVS: Sí, estaba bastante completa, principalmente porque eran grandes, largos planos y sólo pasamos alrededor de dos semanas montándolos.
RB: Gerry produce un montón de tensión en sus momentos de silencio. Por ejemplo, la sexualidad de los dos personajes centrales es apenas mencionada, y diría que la orientación sexual de estos personajes no juega un papel importante en la película. Pero la ausencia deja un espacio par alas preguntas, y eso me permite preguntar acerca de la naturaleza de su amistad; acerca de si  ocurría algo sexual entre estos dos tipos. ¿Esto fue intencional?
GVS: Creo que esto se origina con el silencio de su caminata y el silencio de su aprieto. El silencio se origina en los eventos, y su amistad no está basada en mucha conversación, lo cual creo que es común. Pero esto realmente emana de la idea original. No es que teníamos la idea de tener silencio al principio; el silencio vino del guión.
RB: ¿Declararte como cineasta gay te creó problemas en Hollywood?
GVS: No hasta ahora. Hay cosas que probablemente no veo, pero creo que si sos un cineasta heterosexual también vas a tener problemas. Depende de tu trabajo y de cómo te identificás… Si sos Oliver Stone, podrías no ser elegido por Miramax para dirigir El paciente inglés. Es más bien acerca de eso.
RB: Un montón acerca de Gerry no está en la narración. Gerry es prácticamente acerca del tiempo y el espacio. ¿Por qué elegiste hacer esta película con una estrella como Matt Damon?
GVS: Ellos estaban simplemente a la vuelta. Casey era vecino de al lado y Matt venía un montón, así que estos chicos estaban a la vuelta. No se trató tanto de un casting, realmente hicimos [Gerry] juntos como amigos. Simplemente sucedió que ellos eran estrellas.
***
Para leer otra entrevista más larga y con mayores detalles acerca del rodaje de Gerry, click acá.

martes, 9 de octubre de 2012

2+2=5 (you have not been paying attention!)



Gerry, Gus Van Sant, Estados Unidos, 2002 (103 min.) + La chambre, Chantal Akerman, Bélgica/Estados Unidos, 1972 (11 min.) + El sueño del soldado, Aleksandr Sokurov, Rusia, 1995 (11 min.)

Entonces, al comenzar el nuevo siglo, Gus Van Sant filma Gerry. Dos tipos jóvenes (Damon y Affleck) se “pierden” en medio de un paisaje desértico. Y la cámara de Van Sant nos invita a perdernos con ellos. Perdernos, perder al espectador adiestrado por el código lógico narrativo que ha acabado por ahogar nuestra experiencia. Mientras el relato se imponga, la mirada se ahoga. Nada de psicología: la cámara de Van Sant se abstiene de inmiscuirse en la psicología de los personajes. El recurso a la palabra es tan severamente acotado que los personajes se llaman “Gerry” el uno al otro. No se nos induce a reconstruir los motivos de los personajes, sino a observarlos desplazarse por un espacio concreto. La duración de los planos está determinada no por el ritmo de nuestra lectura (el tiempo que nos llevaría, por ejemplo, “leer” que a Gerry 1 o a Gerry 2 les pasa tal o cual cosa), sino por los espacios que tienen que atravesar.

El paisaje de pronto vacío empieza a ofrecer a la mirada sus ínfimas variaciones, su altura y profundidad, la velocidad de las nubes y la quietud de la montaña. Varias veces la irrupción de las figuras humanas produce un cambio súbito de nuestra percepción de los tamaños: lo que parecía una piedrita era en realidad una roca inmensa: entonces nos vemos viendo el espacio, preguntándonos por la naturaleza de nuestro ver. La inmersión en ese espacio es tan envolvente que la voz interior del espectador se acalla y nos entregamos a una contemplación extática. La musicalidad del movimiento aplaca nuestras ansias narrativas.

¿Quiénes son estos dos muchachos? ¿Qué buscan? ¿Qué sucede entre ellos? ¿Se aman? ¿Se odian? Sus conversaciones hablan de cosas que ellos saben pero cuyo sentido último se nos escapa: es que no hablan para nosotros, sino entre ellos. Entonces, escucharlos es parecido a escuchar el silencio que a menudo se impone, o el rumor de la naturaleza. La melancólica música de Arvo Pärt sólo aparece cuando nos hemos habituado al silencio, nunca para comentar el sentido moral de la fábula. Silencio, vacío, demora, distancia, extravío, extrañeza: son todas variaciones del alejar y des-alejar en los que el cine exhibe sus posibilidades. No se trata de que Van Sant haya abolido totalmente la narración, sino que la ha puesto en cuestión con las armas del cine. No es que el cine recién haya empezado: es que muta ante nuestros ojos.
Oscar Alberto Cuervo

Introspecciones sobre Gerry
Por Rafael Morata

Ser gerry, capullo, gilipollas. Transitas plácidamente por una carretera, aparcas tu coche y junto a un amigo te adentras en una ruta senderista. Y comienzas a deambular. Y te pierdes. Y no te preocupas de los puntos cardinales, ni de tus motivaciones. Y no das sentido a tu deambular. Ni al alcance de tu pérdida. Caminas, caminas, caminas. Y nada te planteas. Ni siquiera eres capaz de mantener una conversación simple, coherente, interesante.

Te atrapa la inmensidad infinita del paisaje, que equivale a la nada, silencioso, vacío. No te interrogas. El nihilismo te devora. Ni siquiera te tropiezas con un ser vivo. Solo tú, solo tu acompañante. Deambulas, deambulas, deambulas. A veces corres. A veces te sientas. A veces recuerdas que tienes sed. Y te detienes a pensar cómo conseguir agua. Y después te olvidas de ello. La presión hace que también te detengas a dibujar en la arena por dónde has venido, dónde buscar una salida. Pero, al final, ninguna explicación: te adentras, te pierdes, te dejas llevar, deambulas. ¿Por qué? ¿Te sientes tan desierto, tan perdido, tan desorientado, tan desubicado, tan vacío, tan sinsentido, que acaba devorándote, asimilándote el paisaje infinito? Has hecho el gerry; estás atrapado. ¿Buscas tu identidad?

Hace dos semanas conquistaste Tebas, pero como gerry al final acabas teniendo nada. Ahora inicias un viaje, quizás una aventura, te adentras en una ruta, pero eres un gerry, te pierdes y acabas en la nada, inmensa, silenciosa.

Y deambulas, deambulas, mientras se sucede el día y la noche, y el Sol quema y te quema, y las nubes se forman, avanzan y desaparecen. Y llega un momento en que tus pasos son pesados y más pesados. Pasos de gerry, pasos bobos, pasos de pingüino: un-tic, dos-tac. Y en esa nada que es la inmensidad del paisaje, del desierto, del silencio, del nihilismo, donde ha desaparecido incluso la vegetación y al marrón lo sustituye el blanco, afrontas tu culminación como gerry, cometes una tontería más, quizás la mayor, quizás la que menos sentido tenga. Y como ese camino sin rumbo, esa huida hacia delante, sin explicaciones, sin motivaciones, arrebatas la vida de tu igual, de otro gerry, quizás más débil, quizás porque en algunos momentos ha llorado desde la nada, en la nada y por la nada. 

Y los plácidos y bellos acordes de la música de Arvo Part puntean un relato también sin rumbo, sin construcción dramática, que deambula junto a los gerrys y, con ellos, los bellísimos y sutiles travellings o la inquieta steadicam, connotando el vacío: “Estaba cantado que me lanzaría al vacío, pues deambular es algo muy contemplativo, y perderse está muy ligado a ello también” (Gus Van Sant).


El gesto más radical: Gerry
Por Jaime Pena

Cuesta recordar un gesto tan radical como el perpetrado por Gus Van Sant con Gerry (2002). Han pasado diez años y puede que aquel salto en el vacío hoy ya no nos parezca tal. Sabemos lo que vino después: ElephantLast DaysParanoid Park… Y sabemos que Gerry consiguió definir el cine de la primera década del siglo XXI como muy pocas otras películas lo han logrado, quizá sólo las primeras películas de Jia Zhang-ke, Apichatpong Weerasethakul, Albert Serra o Lisandro Alonso, Goodbye, Dragon Inn, de Tsai Ming-liang, Shara, de Naomi Kawase, The Brown Bunny, de Vincent Gallo o Tiexi qu, de Wang Bing. Pero para valorar ese gesto es preciso saber de dónde venía Gus Van Sant, que en 1997 había alcanzado el mayor éxito de su carrera como cineasta independiente con El indomable Will Hunting, lo que le había abierto las puertas de los grandes estudios de Hollywood, a los que dio una de cal y otra de arena. La primera, en la frente: Psycho, ese remake que delataba la imposibilidad e inutilidad de cualquier remake. La segunda, su película más convencional hasta el momento, Descubriendo a Forrester, también la más dócil, pero en el fondo un caballo de Troya que en su propio discurso parecía anunciar lo que estaba a la vuelta de la esquina: Van Sant hacía oídos sordos a los cantos de sirena de Hollywood y apostaba por el prestigio artístico y no por la rentabilidad económica.

Reinvención a la europea

A partir de ahí, una vez definida la forma, habría que encontrar la trama argumental que resultaría ser el fruto de una broma entre amigos, una buddy movie en todo el sentido de la palabra. Dos amigos llegan hasta una remota ruta de senderismo, una ruta que en un determinado momento optan por abandonar para huir de los turistas. La decisión acabará demostrándose completamente insensata y llevará a que se pierdan sin remisión en el desierto. Dos personajes caminando por el desierto, esa es la imagen que proyecta Gerry y que Van Sant filma con todo lujo de detalle (y al ritmo acompasado de la música de Arvo Pärt). Estamos ante una película que hace del paisaje (los desiertos de Salta en Argentina, el Death Valley californiano y los Bonneville Salt Flats de Utah) su principal protagonista. Esa parece ser su principal razón de ser: cómo filmar la figura humana en el desierto.

La peripecia se sustenta en el absurdo (se podría decir que, en el fondo, también todo el proyecto). Porque absurda es la premisa argumental y su desarrollo, que desprecia toda verosimilitud y entierra la progresión dramática. Sí, como se ha dicho en numerosas ocasiones, estamos ante una suerte de Samuel Beckett filmado por Béla Tarr, pero, cabría decir, un Beckett pasado por el filtro de la cultura slacker. Las escasas conversaciones parecen meros chistes privados, diálogos sin sentido que hacen referencia a concursos televisivos, a lo que se supone que es la trama de un videojuego, pero que apenas se preocupan por la situación dramática.


Eso sí, hay una muletilla que asoma en cada frase, también el apelativo por el cual se llaman los dos personajes el uno al otro, “gerry”, que podría traducirse por “capullo” o “gilipollas”. Pero Gerry no es ningún insulto al público; es, por el contrario, una película que conviene tomarse muy en serio, sin descuidar su mordaz sentido del humor, la belleza de sus encuadres, la levedad que se transmuta en gravedad en su sorprendente resolución.

Comentario de Lord Velasco:

1. “Oye, Gerry: el camino”, oímos que un muchacho le dice a otro mientras le sigue por un secarral tan sólo coloreado por intermitentes matojos y una frágil hierba. En esas primeras palabras, las primeras de una película que prescinde casi totalmente de ellas, se encuentran los temas principales de este film abstracto: Gerry y el camino. Pero nunca sabremos quién o qué es eso de Gerry y cuál es el sentido del camino por el que los dos muchachos andan con paso decidido pero sin rumbo. Nunca sabremos a qué se refieren exactamente con la palabra Gerry porque a lo largo de la película los dos muchachos se la dirigirán indistintamente entre sí y porque llegará un punto en que Gerry pasará de ser un nombre o un adjetivo (traducible por “gilipollas” o “capullo”) a convertirse en el caprichoso lexema de un puñado de neologismos:“Gerryzaste el encuentro”“Había tantos Gerrys por el camino”“Estábamos yendo hacia el Este, lo cual es una total Gerryada”“La montaña estaba en el Este, por eso lo Gerryamos totalmente” son algunos de los diálogos que mantienen los dos extraños muchachos durante el trayecto.

2. Cuando Gerry 1 (Matt Damon) y Gerry 2 (Casey Affleck) bajan de un coche y empiezan a caminar por un paisaje desolado, ya han pasado seis minutos desde el inicio del film. Seis minutos que sólo cuentan con cuatro planos de combinación simétrica: un travelling de seguimiento de un coche que avanza por una carretera desértica interrumpido por dos planos fijos de sus ocupantes. Como apoyo sonoro de esos seis minutos se oye el bellísimo tema musical Spiegel im spiegel escrito por Alvo Pärt. Se trata de un momento deslumbrante y uno de los pocos instantes emotivos de una película difícil, de una película que consigue que el espectador se sienta igual de perdido que sus personajes. Las mejores películas de van Sant cuentan con un momento parecido de irresistible intensidad. A menudo, esa intensidad nace de un inimitable sentido del ritmo que dilapida la retórica convencional: pienso en la irrupción de la sonata de Beethoven Claro de luna en el primero de los travellings fatalistas de Elephant, en la ducha que se da el adolescente de Paranoid Park o en el plano fijo de Last days en el que uno de los amigos del supuesto Kurt Cobain canta Venus in furs, una canción de la Velvet Underground. Son momentos donde la música juega un papel importante junto al montaje y al movimiento de cámara pero también junto a la ausencia de uno y de otro. En Gerry la música es casi inexistente, como sucede con los diálogos, y tan sólo volveremos a escuchar la música de Arvo Pärt muy tímidamente en las últimas escenas.

3. Ese plano inicial del coche que avanza por la carretera desértica está filmado de manera que vemos, al mismo tiempo, el coche, el horizonte y el paisaje que recorta. El cielo y la tierra. El hecho de que van Sant arroje a dos jóvenes muchachos al interior de un paisaje salvaje nos da la pista de que Gerry es un film metafísico: en él, colisionan lo orgánico y lo inorgánico, el hombre y la naturaleza A van Sant le basta con plantar la cámara frente a las rocas, frente a las nubes (las queridas nubes de van Sant), frente a las llanuras y frente a un desierto de sal para transmitirnos vértigo. Se trata de un vértigo del infinito, de la sospecha del aliento de un Dios. Werner Herzog consiguió un efecto parecido con Fata Morgana; Stanley Kubrick construyó la monumental 2001 sobre las imágenes del amanecer africano. Toda ciencia ficción se apoya en la naturaleza y se pregunta por nuestro sentido. Gerry no es un film de ciencia ficción, aunque apunte a ello, y lejos de hacer ninguna pregunta las anula todas: su compromiso es el vacío. Gerry es la película de un viaje donde se ignoran las causas del mismo, donde se oculta la meta y donde los viajeros no son más que dos muchachos desconocidos.

4. Ausentes de una psicología convencional y explicativa, Gerry 1 y Gerry 2 vivirán una experiencia límite. ¿Quiénes son esos dos muchachos? ¿Qué hacen subidos en ese coche? ¿A dónde se dirigen? ¿Por qué se bajan en un desierto? ¿Por qué hablan de la existencia de un camino y de una cosa al final del mismo? ¿Por qué deciden volver al coche pocos minutos después intuyendo la mierda que les espera? ¿Cómo es posible que se pierdan? ¿De qué hablan cuando se hablan? ¿Por qué sólo sobrevive uno? Una de las pocas interpretaciones psicológicas que se han hecho de la película asegura que Gerry 1 y Gerry 2 son, en realidad, las dos identidades de una misma persona. Esas dos identidades caminan parejas hasta que una se impone a la otra. Hay un magnífico plano que ilustra esa idea: las caras de Matt Damon y Casey Affleck se van alternando en el encuadre durante un larguísimo travelling por el desierto. Al final, cuando uno de los Gerry estrangula al otro, la identidad que sobrevive es la más fuerte, decidida y vehemente y la que muere es la de Gerry 2, el más débil y tembloroso de los dos muchachos. Pero esa interpretación no soluciona nada porque seguimos sin conocer quiénes son y por qué son como son. ¿Gerry 1 y Gerry 2 son decididos y cobardes con respecto a qué? ¿Por qué se matan entre sí?

5. Gerry fue un borbotón creativo que salió de la admiración que van Sant sentía por el cine del realizador húngaro Béla Tarr, a quien se cita explícitamente en los títulos de crédito. Con ella urdió su película más experimental, una película enteramente construida sobre planos inacabables que a veces son fijos y a veces están rodados con laboriosa steadycam. La suprema lentitud de su ritmo junto al vacío psicológico de los personajes, que fueron construidos por los propios Matt Damon y Ben Affleck como coguionistas, hizo que la película fuera recibida con asombro y hostilidad. Pero no se puede entender el cine posterior de van Sant, el que va de Elephant a Paranoid Park, sin su directa influencia y sin su extraño brillo.

Gerry, el hermano mayor
Violeta Kovacsis

La próxima edición en DVD de Elephant es una buena excusa para reivindicar Gerry, el anterior y menos conocido filme de su director Gus Van Sant.

Si uno se preguntaba de dónde salía Elephant, ese gran monstruo del cine que dio el 2003, la respuesta es Gerry. Rodada un año antes que ElephantGerry se abre con dos jóvenes en un coche y una carretera que la cámara sigue, flotante, al ritmo trágico de la música de Arvo Part. Con esta sola imagen el trayecto queda definido: Gerry es un camino cuyo retorno, si existe, no puede desvincularse de la tragedia.

Gerry posee muchos de los elementos que Gus Van Sant luego desplegaría en Elephant: desde un trabajo sobre el tiempo a través del espacio –el vasto desierto en una, los largos y amplios pasillos del instituto en la otra– hasta un retrato de la pérdida en la juventud de la era contemporánea. Aunque sobre todo tienen en común una abstracción, que en el caso de Gerry, donde el guión como tal desaparece, es llevada el límite. Los dos protagonistas del filme, sus dos Gerrys (así es como se llaman entre sí los personajes interpretados por Matt Damon y Casey Affleck), llegan al desierto sin que sepamos muy bien porqué. Van al encuentro de algo, pero ese “algo” que desconocemos pronto pierde su interés. Los protagonistas dan media vuelta y el “algo” se convierte en una mera excusa, en un macguffin hitchcockiano llevado al extremo del desnudo, que nos deja cara a cara con lo que va a ser el relato del filme: dos jóvenes perdidos en el desierto.

Apenas hay diálogos, apenas hay acción. Sólo el vagabundeo desesperado de sus dos personajes y de una cámara que nos llama la atención como si del mismo ojo del diablo se tratara. La secuencia más nutrida de diálogos es la primera noche que los dos amigos pasan en la intemperie, en la que el Gerry interpretado por Affleck cuenta sus últimos pasos en lo que, supongo, es un juego de ordenador. La falta de diálogos en el resto del filme otorga a esta secuencia la fuerza de la palabra. Gerry bien podría ser una aventura gráfica en la que salir del desierto fuera el objetivo.

Hay quien pueda preguntarse si la firma del guión por Matt Damon y Casey Affleck es una broma de mal gusto. La respuesta la podemos encontrar, en parte, en sus interpretaciones, que se sitúan en la pura espontaneidad: en el escaso diálogo, pero también en la gestualidad, en el mero hecho de andar. La relación entre ambos es algo mágico por su intimidad y frescura. No en vano, los dos actores son amigos desde la infancia, una amistad que es trasladada a la pantalla hasta el punto de llevar a la ficción su forma de hablar cotidiana. El proyecto nació de los dos actores y amigos. Damon ya había firmado junto al hermano de Casey, Ben Affleck, el guión de otro filme de Gus Van Sant, que de abstracto tiene más bien poco: Good Will Hunting. Una experiencia que no les fue nada mal, ya que ambos volvieron a casa con un Oscar al mejor guión original en la mano.

Despojado de toda narratividad, Gerry queda en manos de una cámara que se desliza con firmeza bajo la dirección de fotografía de Harris Savides –que luego haría lo propio en Elephant. La acción cobra otra forma, desvinculada del causa-efecto. Es el caso de la secuencia en la que Casey Affleck se ha situado a lo alto de una roca sin poder bajar. Matt Damon va juntando algo de arena para que su compañero proceda a un salto imposible. Van Sant filma la secuencia en un plano fijo que sólo se ve brevemente cortado por un plano corto de la reacción de Affleck. Lo extraño de la situación, la irrisible y escasa arena que acumula Damon (una vez más, como si se tratara de un videojuego) y una cámara imperturbable, describen a la perfección la desnudez en la que se mueve Gerry. Los travellings aplastantes a cargo de la steadycam manejada por Matias Mesa cobran toda su significación. Una cámara que apunta hacia la referencia de Béla Tarr, otro amante de los travellings hipnóticos y los espacios desérticos. Admirador declarado del director húngaro, Van Sant aplica con igual éxito el uso del travelling circular entorno al busto de uno de sus personajes: una imagen tan descriptiva como incisiva en la mirada perdida de su personaje. Eso sí, será en Elephant donde Gus Van Sant rinda su mayor homenaje al director de Satantango, trasladando su juego de puntos de vista de la puszta húngara a los pasillos de un instituto norteamericano.


El ojo de Gus Van Sant aleja a sus personajes, los empequeñece, los vuelve a juntar en el plano. De pronto la cámara sigue a sus personajes de cerca, unidos, andando al mismo ritmo. En otra secuencia uno se aleja a lo largo del cuadro hasta que perdemos al otro de vista, la cámara pronto se dirige en busca del compañero rezagado hasta volverlos a juntar en el plano: con sólo esta imagen se dibuja la sencilla idea de la reconciliación. Gerry se convierte así en el retrato de una amistad, de las dos caras de una misma moneda que devienen el sujeto abstracto de lo humano aplastado por lo natural: el desierto y, por encima, los cielos apocalípticos que tanto gustan a Gus Van Sant. Así se llega al momento culminante en el que el Gerry interpretado por Matt Damon acaba con la vida de su otro Gerry, el interpretado por Casey Affleck. Como si de una encarnación contemporánea de Caín y Abel se tratara, Gerry se erige, y no sólo por edad, como el hermano mayor del Elephant.

Poética del vacío
Por Manu Argüelles

El indomable Will Hunting (1997) trajo para Gus Van Sant el reconocimiento norteamericano al conseguir siete nominaciones de las que obtuvo dos Oscars: al mejor guión y mejor actor secundario.

Esta aceptación por parte de la industria permitió que Gus Van Sant se diera el capricho de filmar un año después Pyscho, filmando exactamente igual Psicosis de Alfred Hitchcock (1960) con la diferencia del uso del color.

En el 2000, dos años después, Descubriendo a Forrester evidenció que Gus Van Sant, trabajando con normalidad en los cauces habituales de la industria, entraba en un peligroso cul-de-sac, ya que volvía a reincidir en las constantes temáticas de El indomable Will Hunting con ligeras variaciones y un cambio de escenario. 

Frente a ese aparente agotamiento creativo que parecía traslucir la película más mediocre de toda su filmografía, era necesario optar por medidas drásticas. Empezar de nuevo para soñarlo todo otra vez. Esa parece ser la premisa de una película decididamente experimental, en la que se produce un vaciado narrativo, en una búsqueda de nuevos caminos expresivos. Se emprende una travesía por un desierto para trazar un sendero con un aparente sentido ontológico. Mientras que nuestros Gerrys deambulan por el desierto de Death Valley parece haber en ese tránsito errático y extraño una afanosa búsqueda paralela de Gus Van Sant por tratar de conseguir el santo grial: la esencia pura del cine.

Despojémonos de todas las alforjas posibles y reduzcamos al mínimo las cargas hasta llegar a los huesos del esqueleto fílmico. Vaciemos de contenido (narrativo) el celuloide y centremos nuestros esfuerzos en una puesta escena que se sirve del paraje desértico y salvaje como metáfora del registro de lo primigenio: la sensación experiencial.

Gus Van Sant mediante las disposiciones plásticas del arte y su capacidad de sublimación quiere aludir a la expresión por la vía de la abstracción. Las palabras, ruido molesto, vacuo, inerte, significante sin significado en el que tanto da que los dos Gerrys hablen de un programa de televisión como de un videojuego. Todas son, en suma, artificio y simulacro. Este encontronazo con la naturaleza y esa pérdida en la entrañas del Valle de la Muerte llevará consigo su destino final en las montañas de sal. Allí se realizará la última parada cuando el hombre dialoga consigo mismo: la violencia, la aniquilación del prójimo. Caín y Abel, el fuerte y el débil. ¿Dónde queda la racionalidad cuando el hombre es despojado de su orden y colchón social?

La desorientación, la pérdida del norte en un angosto y cada vez más árido desierto, lleva consigo el menoscabo del juicio, donde la vida del prójimo ya no tiene ningún valor y donde el instinto abocado a la destrucción ya no tiene sentido.

Es un cine completamente abierto y conceptual. Tan abierto como los planos panorámicos en continuos travellings que empequeñecen al hombre en lo inhóspito de la geografía sin civilizar.

El inicio del film avisa al espectador despistado. Una larga secuencia muda de más de seis minutos sigue a un mercedes marrón viejo y sucio por una carretera. En él van los dos Gerrys y, ante la ausencia del sonido diegético, una melodía melancólica y cadenciosa nos acompaña en ese seguimiento. Se trata de la pieza Spiegel Im Spiegel del compositor armenio minimalista Arvo Pärt. Lo mínimo, la cavidad, la contemplación y la configuración de un espacio sensorial y antinarrativo.

Cuando llegan, todavía los vemos rodeados de vegetación verde. Están de buen humor y aunque no interaccionan mucho parecen disfrutar del momento. Pasean sin rumbo fijo, buscando un camino adecuado hasta que se pierden. La noche se acerca. En ese instante inicial de pérdida, Gus Van Sant nos corta el seguimiento de los Gerrys para filmar un paisaje lírico y a la vez inquietante. Los picos de las montañas progresivamente cubiertos por una densa bruma de nubes. Primer presagio.

Al día siguiente, perdida ya la vegetación y ganando aridez, los Gerrys deciden separarse para que la presencia de la figura humana pierda protagonismo frente al paisaje que los devora. La situación de la roca en la que uno de ellos (Casey Affleck) actúa como un gato subido a un árbol ya nos delimita cual de los dos será el frágil.

Y los caprichos de la memoria hacen que, en la evocación de este film, me venga al recuerdo la imagen sostenida del trote de los dos Gerrys en los que en un travelling lateral la cámara se engancha a ellos teniendo sus caras en primer plano. Gus Van Sant en su boceto expeditivo juega aquí con el sonido del galope para establecer una secuencia sumamente rítmica y casi despojada de valor semántico. Si hemos llegado a este punto sin que nuestro nivel de atención no haya decaído, podremos degustar esta expresividad sonora del desaliento en el que se van sumiendo cuando no encuentran el agua ni, mucho menos, la manera de salir de allí.

Desde el efecto comunicativo del sonido diegético al uso en este caso de la música mediante la composición “Fur Alina” del mismo Arvo Pärt revelan el desaliento de los Gerrys cuando ya han transcurrido dos días.

Ya por último, el desenlace se desarrolla en el tercer y último día de funambulismo en el desierto. Para ello, Gus Van Sant se sirve del escenario de las montañas de sal para estilizar y conceptualizar la conclusión.


Con la complicidad y entrega de sus actores como co-responsables del film en su contribución al guión y al montaje, Gus Van Sant pone a prueba todas las posibilidades fónicas, visuales y estéticas que permiten crear una poética lírica e hipnótica desde el vacío. Un bosquejo por nuevas vías formales que servirán como punto de partida para seguir ahondando en ellas a través de Elephant (2003), Last days (2005) y Paranoid Park (2007).

Árida belleza
Por José Manuel López

«Tintinnabulation es el lugar por el que a veces vagabundeo cuando estoy buscando respuestas —en mi vida, en mi música, en mi trabajo—. Lo complejo y polifacético sólo consigue confundirme y debo buscar la unidad, todo aquello que no es importante se desvanece. Tintinnabulation es algo así, en su interior me encuentro a solas con el silencio.» Arvo Pärt
[...]

Gerry comienza con un travelling cautivador que sigue a un viejo Mercedes por una polvorienta y solitaria carretera. Los sonidos del motor y del entorno se han suprimido y Van Sant acompaña sus ralentizadas imágenes con el Spiegel im Spiegel de Arvo Pärt. En el interior del coche viajan dos jovenes sin nombre que no hablan ni se miran entre sí; durante el filme descubriremos que se llaman “Gerry” el uno al otro (1). Cuando el coche se detiene escuchamos por primera vez el sonido on de la escena superponiéndose a la música de Pärt. Gerry #1 (Matt Damon) y Gerry #2 (Casey Affleck) comienzan a caminar por un sendero, significativamente llamado Wilderness trail, al encuentro de algo indeterminado que el espectador nunca descubrirá y al que ellos se refieren como “la cosa”. Tras una carrera jovial campo a través, completamente exhaustos, se dan cuenta de las dificultades que entrañaría llegar a su objetivo y, entre risas, deciden desistir. Pero tras su alocada carrera han perdido cualquier referencia que les indique su situación y, después de algunas tentativas, se dan cuenta de que están perdidos.

Dos personajes (supuestamente), un entorno, un McGuffin (“la cosa”) y la música de Arvo Pärt que se repetirá a lo largo del filme son los únicos elementos que incorpora el cineasta norteamericano (junto a sus dos coguionistas, Affleck y Damon) a su dispositivo minimalista y esencial, caracterísiticas que comparte con la música del compositor estonio. Y esta desnudez responde a que Van Sant parece mucho más interesado en la inmersión sensorial total —de los personajes y del espectador— que en la atención a modelos narrativos tradicionales (pero sin llegar a renunciar a la narratividad, como se ha llegado a afirmar, en mi opinión, muy a la ligera). Van Sant ha dedicado esta película a Béla Tarr, el cineasta húngaro completamente desconocido en España, impresionado por las siete horas y media de su Sátántangó (1994) y una de sus más peculiares marcas de estilo, largas tomas de personajes caminando, cuya inspiración perdura en Elephant (2003) y también, según afirman quienes la han visto en Cannes, en Last Days (2005), un nuevo paso en esta interesante etapa de depuración y búsqueda.

Van Sant inició este camino con Gerry —con el mismo arrojo con que sus personajes se adentran en el Wilderness trail—, una apuesta rotunda y arriesgada, una purga estilística bajo la que se puede percibir el hastío ante fórmulas y códigos imperantes en cierto cine que nada puede ofrecer ya a un cineasta inquieto como Van Sant: «En parte, queríamos que el público se sintiera perdido a lo largo del metraje con esos dos tipos. Sin embargo, también en parte se trataba de llevarlos a un lugar distinto, donde esencialmente estuvieran perdidos” desde una perspectiva estilística: se trataba de tenerlos alejados del estilo de cine norteamericano moderno». De ahí surge la convicción de «hacer algo para la gran pantalla que fuera considerablemente parejo al tiempo real», buscando el clima característico del cine más alejado de convenciones narrativas donde «llega un momento, para mí, en el que empiezo a percibir que acontecen muchas cosas aunque no esté ocurriendo mucho. Hay una especie de reflexión que se abre paso en [los filmes de Tarr], y yo ardía en deseos de hacer algo parecido». Van Sant cita otros grandes nombres como influencias: Andrei Tarkovsky, Alexander Sokurov, Chantal Akerman o R. W. Fassbinder, significativamente, todos ellos pertenecientes a la arraigada tradición europea del cine de autor.

[…] Gerry presenta un envoltorio de gran belleza (de la mano del director de fotografía Harris Savides) que logra representar en imágenes la importancia fundamental del entorno, sacando partido a sus localizaciones naturales (la película se rodó en Argentina, el Valle de la Muerte y el desierto de sal de Utah). Pero la estilización del entorno se aleja del simple impulso naturalista adentrándose en territorios de intervención creativa más que de simple captación. Como las escenas aceleradas de nubes pasando a toda velocidad, transformándose ante nuestros ojos; o esos curiosos insertos que parecen romper el ritmo del relato y que podrían corresponderse con espejismos o alucinaciones o incluso con los pensamientos de los personajes, sugiriendo la posibilidad de que, en realidad, nos encontremos ante un viaje más mental que físico. El sonido es también un elemento fundamental para Van Sant, como se puede percibir ya desde la segunda escena cuando, a medida que avanzan por el sendero, los personajes se ven progresivamente envueltos por el rítmico sonido de sus pasos, del viento entre la maleza, de los pájaros o de una incipiente tormenta —que Van Sant adereza con unos extraños efectos—, en una amalgama sonora que trasmite una inquietante sensación de misterio y amenaza.

Dos son los personajes, pero tanto el título —en singular, recordemos— como ese trabajado clima de irrealidad parecen estar planteando la posibilidad de que ambos Gerrys no sean dos personas distintas sino dos personalidades opuestas de un mismo individuo (Damon es la fuerte y decidida que decide el camino a seguir, Affleck la débil que rompe a llorar o se queda atrapado en lo alto de una roca). Esa búsqueda de la propia identidad se representa ejemplarmente en el travelling lateral en primer plano en que las cabezas de Damon y Affleck van alternativamente ocultándose y superponiéndose a medida que éstos caminan. El irregular cabeceo de ambos personajes violenta constantemente el encuadre en esta brillante y larga escena cargada de tensión dramática que, como una danza ritual, representa la lucha de ambas personalidades por sobrevivir e imponerse sobre la otra.

Tras su largo vagabundeo tratando de encontrar de nuevo la autopista o un rastro de agua sobreviene el clímax, violento y a la vez hermoso. Ambas figuras han quedado reducidas a su mínima expresión por el agotamiento y la falta de comida y agua, del mismo modo que el entorno se ha visto progresivamente despojado de la vegetación, las rocas y los peñascos hasta la desnudez absoluta del desierto de sal de Utah. Sobre la blanca llanura, aparentemente interminable, comienza a amanecer lentamente —en una de las escenas más hermosas del filme— mientras Gerry & Gerry avanzan completamente agotados y al borde de la inanición hasta que, finalmente, se desploman. Cuando recuperan la consciencia, Damon estrangula a Affleck con sus últimas fuerzas, como intentando arrebatarle a éste un último aliento que de haber sido compartido igual no hubiera sido suficiente; tras consumar el homi(sui)cidio se levanta, avanza unos metros y a la luz del día descubre, no demasiado lejos, la ansiada autopista, la civilización, la vida. El superviviente puede que no sea ya Gerry/Damon sino una persona nueva, quizá por primera vez la persona real, alguien que ha logrado reducirse a la unidad, a lo esencial, tras un viaje por su propio Tintinnabulation.


(1) Gus Van Sant: «“Gerry” significa algo así como capullogilipollas. En realidad, los personajes de la película no tienen nombre. Sencillamente, se llaman Gerry” el uno al otro. Es como si se dijeran tío, con la salvedad de que significa más que eso». Ambos personajes usan también el lexema “gerry” para modificar palabras; por ejemplo: «...porque gerryzaste el encuentro», que vendría a ser «...porque jodiste el encuentro».